El viernes 15 de octubre nos hemos concentrado de nuevo en los círculos de silencio en Valladolid. Este fue el manifiesto que leimos:
Volvemos a encontrarnos en un nuevo Círculo de Silencio, en el que denunciamos, de forma pacífica, las políticas que ponen en peligro la vida de miles de personas migrantes y refugiadas, así como las situaciones de vulnerabilidad y pobreza que viven en nuestras ciudades.
Los medios de comunicación no dejan hueco para hablar del sufrimiento de las personas que intentan llegar hasta Europa, y si lo hacen es de forma negativa. Las pateras y cayucos que llegan a la costa canaria son reflejo de una de las rutas más mortíferas y peligrosas del mundo. Según datos de la Organización Internacional de las Migraciones, en lo que llevamos de año se contabilizan 1.371 personas migrantes muertas, intentando atravesar el Mediterráneo.
Y a su llegada se encuentran con una ley de extranjería injusta que impide el ejercicio de sus derechos fundamentales y dificulta su proceso de inclusión. Amin tiene 17 años, llegó en patera cuando tenía 14, después de estudiar bien español, hizo una formación profesional de electricidad. A pesar de tener la tutela por la comunidad, no tiene el permiso de residencia, y no puede trabajar. ¿Qué pasará cuando cumpla 18 años y tenga que abandonar el centro de acogida? Le llaman MENA, pero es un joven que llegó solo a nuestro país, que quiere estudiar y trabajar para ayudar a su familia, para tener un futuro.
Juana llegó hace 14 años a España, dejando a sus dos hijos en Perú para poder darles una educación. Sólo encuentra trabajo como interna por un sueldo precario. La señora a la que cuida, le dice que no puede hacerla un contrato. A Rachida le ocurre igual, pero tiene que dejar a sus tres hijos en casa, sin que puedan disfrutar de una infancia como otros niños y niñas de su edad. Maissa viene cada año a la fresa, pero las condiciones son peores, le quitaron la documentación y está a la merced de sus explotadores.
Amin, Juana, Maissa, Rachida, son algunos rostros de la pobreza y ejemplo de las situaciones de vulnerabilidad que viven las personas migrantes y refugiadas en nuestra ciudad.
Si esta situación no fuera lo suficientemente grave, conflictos como el de Afganistán; situaciones sanitarias precarias, como la que vive República Democrática del Congo; terremotos como el que afectó a Haití han elevado drásticamente el número de personas desplazadas de manera forzosa en el mundo. Tampoco comprendemos como en muchos países se sigue criminalizando la solidaridad, como en el caso del exalcalde de Riace, símbolo de la acogida en Italia, que ha sido condenado a 13 años de cárcel por volcarse y dar un hogar a las personas migrantes que llegaban a su ciudad.
¿Las causas? Una absoluta desigualdad, una economía que permite la libre circulación de mercancías, pero niega la movilidad humana. En una mirada más profunda nos encontramos entre las causas con la indiferencia mayoritaria de nuestra sociedad, la injustica global, de la que cada persona somos responsables.
En este círculo queremos mostrar esperanza y continuar luchando por un mundo más justo. Nuestro apoyo está con todas las personas convertidas en víctimas y con todas aquellas que creen en la hospitalidad.