Hospitalidad en Tiempo Ordinario: aprender a mirar

El día a día nos da mucho trabajo. Vivimos con muchas preocupaciones y responsabilidades, importantes y urgentes. Tenemos nuestra familia, trabajo, las dificultades e cada día, las heridas no cerradas, los amigos, el tiempo de ocio. Es tanto lo que nos toca vivir que parece que poco tiempo y energía podemos dar al resto de cosas o dedicar a los demás. Pero si miramos un poco a nuestro alrededor, frente al yo a lo mío, frente al escepticismo, podemos acercarnos a la solidaridad.

Ser solidarios en la vida cotidiana se puede resumir en la palabra acoger, invitar a la propia casa. Acoger con corazón abierto a los que nos rodean. Mirar de frente la dificultad, el sufrimiento humano, estar atentos y ofrecernos al otro y ofrecer nuestro espacio para que, quienes peor lo pasan, puedan encontrar un lugar seguro para descansar, recuperar fuerzas, sentirse mirados sin juicios. Nada sana más que una mirada así, una mirada que ve la realidad que somos y los deseos profundos sin juzgarlos. Al fin, esta es la mirada que Dios tiene sobre cada uno de nosotros. Es esta mirada que nos acoge la que nos mantiene en la corriente de la vida haciendo que nuestros sueños y búsquedas, encuentren un hogar en el que puedan hacerse realidad.

¿En qué tengo puesta mi mirada?¿Cómo miro alrededor?

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