Solidaridad: mirarnos en los ojos del otro

Decía el Papa Francisco, que no podemos olvidar a los millones de migrantes víctimas de tantos intereses ocultos, y tan a menudo instrumentalizados con fines políticos, a los que se les niega la solidaridad y la igualdad. Han pasado unos cuantos años y ahora, que nos ha caído esta Pandemia, hemos redescubierto el miedo, nos hemos encogido y hemos visto cómo se nos han roto algunos de los supuestos sobre los que basábamos nuestra pretendida ‘superioridad’.

¿Nos hemos dado cuenta, vitalmente, de que también podemos llegar a ser heridos…, que somos vulnerables? ¿Hemos llegado a percibir que nuestro ‘gran objetivo’ de ser autónomos sin tener que depender de nada ni de nadie, se ha convertido en algo baladí y casi fuera de lugar?

¿Hemos hecho consciente, de verdad, eso que los Voluntarios Sociales ya íbamos experimentando en nuestra opción personal? ¿que la Vida, sin el otro, deja de ser humana?

¿Qué ocurre cuando se nos acerca un ‘otro’ (inmigrante o ‘excluido’) con más miedo, muchas veces, que el que nos surge dentro de nosotros mismos?

En ese momento, notamos algo dentro de nosotros que nos remueve, que empieza a ponernos en marcha y que acaba empujándonos hacia un encuentro personal con él, desconcertante al principio, temeroso y con todas las dudas; y que suele terminar con un deseo de ponernos a su servicio.

Para ello, para servir, es necesario hacerse prójimo (‘próximo’, ‘cercano’) del otro, reconciliarnos con nosotros mismos, escucharle lo que nos pueda decir, compartir nuestra vida para promoverle y acogerle y hacerle ‘parte’ de nosotros.

Pensadlo despacio…

SOLIDARIDAD es descubrir, por fin, que nuestro éxito no es tanto descubrir lo que yo quiero hacer cuanto ir encontrando aquello que tengo que hacer; sabiendo qué somos capaces de aportar al otro y encontrar la forma de acompañarle y cuidarle para que llegue a ser él mismo, con nosotros, convertidos sobretodo en “mantenedores de su esperanza” .

SOLIDARIDAD es precisamente eso que sentís al venir a Red Íncola: estar pendiente del otro, aunque no nos guste; vencer el miedo para ¡mirarle a los ojos!… y, con esa mirada, ser capaces de descubrir nuestra propia fragilidad, a través de su dolor y su esperanza, para llegar a sentir con él que la Vida es un don, y que no podemos apropiarnos de ella sin hacerle daño.

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