TIERRA DE ESPERANZA

En este tiempo de Navidad que vivimos en medio de la pandemia, se pone de manifiesto, aún más, la importancia de la esperanza. Esperanza que encontramos a nuestro alrededor y aquí, en Red Íncola, se revela en muchos rostros y personas.

Las personas migrantes que acompañamos son la imagen más potente que tenemos de la esperanza. Nadie como ellas saben, lo que es buscar y luchar por una vida mejor y más digna. Como Jasmine, que ahora rehace poco a poco su vida y sale adelante con sus tres hijos en uno de nuestros pisos. O como Vicente, que la semana antes de Navidad pasó a manos de padre, y que, durante muchos años, era él quien nos acogía en su chabola junto a un canal para charlar un rato y disfrutar del encuentro mutuo. Este caminar al lado de los vulnerables es el fruto de nuestro trabajo.

También la esperanza se palpa en las personas voluntarias, buena gente que aporta su tiempo, su talento, tendiendo la mano y sus ganas para ayudar a que otros mejoren su vida. Hombres y mujeres que se lanzan, con sus miedos en medio de la que está cayendo, con la mirada puesta más allá de sí mismos. Y con la esperanza de transformar el mundo a través de las vidas que van tocando y que a la vez tocan la propia. Hojas que consiguen llenar de luz y alimentar los frutos.

La esperanza también se revela en la imaginación y la creatividad del equipo que forma Red Íncola, para dar respuesta a las nuevas necesidades que van surgiendo. Trabajo callado y silencioso pero que da vigor y estructura a este árbol que entre todos vamos formando.

Y por último la esperanza se revela en la confianza de las instituciones que nos apoyan y nutren para que aquella semilla que cayó en una tierra de esperanza, hace ya casi 15 años, se vaya transformando en un árbol que pueda dar sombra, que proteja, que sea casa y que ayude a alimentarse de esperanza cada vez a más gente.

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